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Facu y su claridad, sin pelos en la lengua, nos ofrece su archivo como una sobreviviente que no domestica su enojo y su ira, como un gesto de amor que nos tatúa una flor con cada rotura percutiva de este libro, es el símbolo de protección que invoca contra el odio y crece en medio de nuestra carne bastarda que enarbola la disidencia como pulso vital que se hace en las calles, las camas, en las aulas y en especial en la escritura en ese territorio escurridizo donde los poderes se efectúan su celoso y sigiloso trabajo de dar muerte o dar vida con las palabras.